POR GUILLERMO ESCOLAR FLÓREZ
La semana pasada fue radicado ante la Cámara de Representantes un proyecto de ley que busca prohibir el ingreso de teléfonos móviles a los alumnos de hasta 9º grado de los establecimientos educativos, así como impedir su uso en las aulas de clases a profesores y alumnos de 10º y 11º grado.
Gran controversia generó la noticia en diferentes medios de comunicación, en los cuales fue evidente la división de posiciones en torno al uso de estas herramientas tecnológicas en los colegios. Para algunos de los panelistas, debería existir total libertad en el acceso a la tecnología, calificando como un retroceso la iniciativa; mientras que, para otros, se trata de una medida adecuada para el correcto proceso de formación de los niños.
Sin embargo, necesario es entender que el propósito del proyecto no es restringir el uso de la tecnología en general, sino solo el de los celulares. Las bondades de la utilización de la tecnología son ampliamente conocidas por todos, las facilidades del acceso a la información que brinda internet son una real bendición para los alumnos, quienes tienen una gran cantidad de contenidos académicos en línea que complementan de manera muy eficaz su educación. Pero internet también tiene contras, y son bastantes. Además de todos los riesgos que representa para los alumnos estar conectados a la red, como la pornografía, el sexting, el cibermatoneo y demás contenidos inapropiados, lo cierto es que el acceso abusivo e indebido a la tecnología puede impedir a largo plazo un buen proceso de aprendizaje. Especial intranquilidad genera entonces la utilización de los celulares, mecanismo preferido de los menores, toda vez que está más que demostrado que su uso dentro del aula de clases es un factor distractor que afecta la concentración de los estudiantes.
En efecto, a través de los teléfonos inteligentes se puede acceder a las aplicaciones de mensajería, las redes sociales y los juegos en línea, incuestionables factores de distracción para los alumnos. Para mencionar un preocupante ejemplo, vasta citar el juego épico de moda “Fortnite”, en el que grupos de 4 amigos, comunicados en línea como si se tratara de una llamada en conferencia, se disputan el dominio de una isla con un centenar de jugadores. Si nuestros hijos dedicaran al estudio el mismo tiempo de destinan a jugar en línea, seguramente todos se estarían disputando, no el control de una isla, sino los primeros puestos del colegio por excelencia académica.
El control del uso de los celulares es prudente y necesario. Un estudio del Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones arrojó inquietantes resultados en torno al tema en comento. Según dicho estudio, el 52% de los jóvenes entre 12 y 17 años sufren de ansiedad si están desconectados; el 42.6% revisa su teléfono mientras estudia o realiza trabajos; y el 61.3% ignora a otras personas para concentrarse en el celular.
Son estas razones las que impulsaron la iniciativa legislativa que hoy cursa ante la Cámara de Representantes y que ojalá sea pronto Ley de la República. No se trata de un tema inexplorado a nivel mundial. En países como Francia, se aprobó tan solo en el mes de julio del presente año una ley similar, fundamentada en argumentos también parecidos a los aquí explicados.
El hecho de que se impida a los alumnos llevar celular a los colegios no significa que se les vaya a restringir el acceso a la tecnología en sus procesos de formación, ni más faltaba, los establecimientos educativos, por fortuna, no dependen de los teléfonos móviles para educar a nuestros hijos en armonía con los avances del siglo XXI. Lo que sí es importante hacer es eliminar cualquier factor de distracción en la educación de los menores, y los celulares son el mayor de ellos. O si no, habría que preguntarles a Bill Gates y Steve Jobs por qué decidieron limitar el uso de dispositivos móviles a sus hijos…
Hay que respaldar con solidaridad y determinación esta iniciativa legislativa, diciendo no a los celulares en los colegios.