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Por. Nataly Restrepo

Durante muchos años el género femenino ha venido librando una lucha incansable tendiente a disminuir la brecha de desigualdad existente en relación con su posicionamiento a nivel laboral y su rol en la sociedad.

Pese a existir avances al respecto, aun continuamos en búsqueda de una mayor inclusión, ya que en un alto porcentaje, los cargos directivos de las empresas más importantes se encuentran bajo el control de hombres, sin que con esto se pretenda minimizar la labor que ejercen.

Aunada a la lucha de género, el 2020 fue un año en el que la Covid-19 declaró una guerra sin treguas contra miles de cargos ocupados por mujeres, en algunos casos porque empresas se vieron en la necesidad de eliminarlos o cesar operaciones y en muchos otros, por tomar la difícil decisión de dar un paso al costado dejando a un lado su desarrollo profesional, para dedicarse a ser líderes y formadoras de la primera institución y piedra angular de la sociedad, “la familia”.

Este flagelo no solo se vive a nivel nacional; países vecinos, incluyendo Estados Unidos una de las economías más estables a nivel mundial, también reseñó la pérdida de muchos empleos en su mayoría ocupados por mujeres, presagiando la imposibilidad de recuperarlos.

Esta situación ha disparado los índices de violencia contra la mujer, por ello, al mes de septiembre de 2020, 48 países habían integrado la prevención y respuesta a la violencia contra las mujeres y niñas en sus planes de respuesta a la Covid-19, y 121 países habían adoptado medidas para fortalecer los servicios prestados a las mujeres sobrevivientes de violencia durante la crisis global, según Unwomen.org.

Pero demás de la violencia física, todos los días se libran batallas contra la desigualdad, la violencia sicológica y la falta de oportunidades, lo cual se evidencia al existir empresas que no cumplen con la cuota femenina en los cargos directivos u otras porque a la hora de elegir, prefieren que estos no sean ocupados por mujeres, por implicar menos tiempo en dedicación laboral, errada percepción.

Hoy en día, se han aunado esfuerzos tendientes a mejorar el nivel de inclusión y el empoderamiento económico de las mujeres, prueba de ello es la presentación que sobre el tema habrá de realizarse en el marco de la asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo.

Lo anterior obedece a una labor liderada por la “ONU Mujeres Colombia”, organismo que ha insistido en que su objetivo está encaminado a conseguir para el año 2030 un planeta 50-50 en términos de igualdad de género, ya que cerrar estas brechas, además de estar intrínsicamente relacionados con el reconocimiento de derechos humanos, son una vía hacia la eficiencia y competitividad, pues según estudios realizados, aquellas empresas que cuentan con un mayor número de mujeres en su fuerza laboral tienen un retorno en ventas cercano al 42%.

Estos argumentos han llevado a desarrollar en el marco de la política de inclusión, los llamados principios para el Empoderamiento Económico de las Mujeres (WEPs por sus siglas en inglés), invitando a sectores privados a adherirse a ellos y contribuir con las políticas de mejora.

Grandes empresas a nivel nacional se han adherido adoptando los Weps, ello habrá de traducirse en cambios que generen soluciones integrales e innovadoras, que redundaran en el beneficio de las mujeres y la sociedad en general.

Aún existe un camino largo por recorrer, pero es claro que los objetivos se encuentran claramente trazados con miras a lograr una sociedad que además de ser justa e inclusiva, reconozca nuestra capacidad y compromiso profesional.

1 Comment

  1. Darinka dice:

    Buenísimo el aporte. Reciba un cordial saludo.

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